En 1859 Rosalía de Castro publica su primera novela, que dedica al insigne erudito Manuel Murguía, su esposo. A través de las peripecias vitales de Esperanza, la niña rescatada de las aguas en extrañas circunstancias, Teresa, Candora, Ángela, Fausto y el depravado Ansot, penetramos en un universo rosaliano poblado de sombras, melancolía y desamor.
En 1859 Rosalía de Castro publica su primera novela, que dedica al insigne erudito Manuel Murguía, su esposo. A través de las peripecias vitales de Esperanza, la niña rescatada de las aguas en extrañas circunstancias, Teresa, Candora, Ángela, Fausto y el depravado Ansot, penetramos en un universo rosaliano poblado de sombras, melancolía y desamor. La coexistencia de lo real y lo misterioso, la concepción pesimista de la vida, la supremacía del dolor sobre la felicidad en la existencia humana, la sensibilidad extrema hacia el paisaje, la defensa de los más débiles, la reivindicación de la dignidad de la mujer, el lamento por los huérfanos y abandonados... son motivos recurrentes en la obra de la autora que descubrimos ya en sus inicios literarios, de los que este título es un buen exponente. Rosalía no es sólo esa voz melancólica de un mundo de brumas y morriña que ha ido perfilando la tradición popular con el paso del tiempo, sino una escritora enérgica y comprometida que, ya en su primera incursión en la narrativa, anuncia el talante de un genio singular, de una adelantada a su tiempo que, como sus protagonistas, supo contemplar el mundo con los ojos de una sensibilidad especial.
En 1859 Rosalía de Castro publica su primera novela, que dedica al insigne erudito Manuel Murguía, su esposo. A través de las peripecias vitales de Esperanza, la niña rescatada de las aguas en extrañas circunstancias, Teresa, Candora, Ángela, Fausto y el depravado Ansot, penetramos en un universo rosaliano poblado de sombras, melancolía y desamor. La coexistencia de lo real y lo misterioso, la concepción pesimista de la vida, la supremacía del dolor sobre la felicidad en la existencia humana, la sensibilidad extrema hacia el paisaje, la defensa de los más débiles, la reivindicación de la dignidad de la mujer, el lamento por los huérfanos y abandonados... son motivos recurrentes en la obra de la autora que descubrimos ya en sus inicios literarios, de los que este título es un buen exponente. Rosalía no es sólo esa voz melancólica de un mundo de brumas y morriña que ha ido perfilando la tradición popular con el paso del tiempo, sino una escritora enérgica y comprometida que, ya en su primera incursión en la narrativa, anuncia el talante de un genio singular, de una adelantada a su tiempo que, como sus protagonistas, supo contemplar el mundo con los ojos de una sensibilidad especial.
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