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EL MONACATO GALLEGO EN LA ALTA EDAD MEDIA (2 TOMOS)

€37,50
ISBN 9788489748354

Los orígenes del monacato
En Galicia, desde su cristianización abundaron los eremitorios, a donde se retiraban los
ermitaños. Algunos de estos eremitorios con el paso de los tiempos se convirtieron en monasterios. Un ejemplo conocido son las viviendas de los anacoretas de san Pedro de Rocas,
fechadas en el siglo VI, que posteriormente fue un monasterio medieval.
Otro ejemplo, probado documentalmente, es la existencia del Monasterio de Samos en época anterior al siglo VII, en que es restaurado por Ermefredo, el cual recluta monjes de entre
los ermitaños que había por los contornos de Samos y Sarria.
El de Santa María de Meira aparece como monasterio en el siglo X, al reunirse los ermitaños
de aquellas soledades en comunidad bajo la autoridad del abad Giraldo.
En la provincia de Orense se produjo una floración monacal en la llamada Rivoira Sacrata, a orillas del Sil.
Pero el verdadero impulso monástico se produjo bajo la actuación de dos grandes monjes. El
primero fue el monje húngaro san Martín Dumiense, contemporáneo de san Benito, que está  considerado como uno de los primeros evangelizadores de Galicia, escribiendo libros y creando el monacato a semejanza de los que había visto en Siria y Palestina. Llegó a nuestra región en el año 550, agrupó los ermitaños reorganizándolos en monasterios para que pudiesen subsistir. Fue monje en Hungría, visitó los Santos Lugares, y comenzó su evangelizació en Galicia por Orense. Se le atribuye la fundación de los monasterios primitivos de san Pedro de Rocas, Mixós, Francelos, Samos, Franqueira y Santa María de Loyo. Fue fundador del Monasterio de Dumio y nombrado obispo de Braga antes del año 570. Murió en el 580.
Fue sepultado en el Monasterio de Dumio. Escribió numerosas obras, y fundamentalmente
estableció una regla monacal, reguladora de la vida de los monasterios por él fundados o
restaurados.
San Fructuoso de Braga, nacido de familia real en el Bierzo, estudió en la escuela episcopal
de Palencia y se retiró luego al Bierzo nativo, donde fundó el monasterio de Cumplido hacia el año 630, escribiendo para su funcionamiento la Regula Monachorum y fundando posteriormente varios monasterios más, entre ellos dos en Cádiz. Ochenta años después que san Martín, entre los años 654-656, ocupó el gobierno de la Abadía Obispado de Dumio. En el año 656 fue nombrado arzobispo del mismo Braga y asistió al X Concilio de Toledo. Escribió entonces la Regula Communis, más benigna que la anterior.
Extendió por Galicia, la fórmula del compromiso pactual, ya extendido entre los monjes
germánicos. Llevó a los monasterios el concepto jerárquico de la autoridad del abad. Murió hacia el año 665. Fue sepultado en el monasterio que fundó cerca de Braga. Sus restos fueron trasladados a Santiago en 1102 por Gelmírez, y devueltos a Braga en 1994.
Los pactos monacales unificaron la vida monacal, y perduraron hasta que se fué imponiendo la Regla de san Benito. El pacto tenía un carácter contractual, al ser un compromiso que adquirían un determinado número de personas dispuestas a llevar vida de comunidad bajo la autoridad y protección de un abad. Como ejemplo están los pactos del Monasterio de Santa María de Mezonzo en el año 871 y el del Monasterio de Arcos de Furcos (Curtis) en el 898.
Fue una peculiar modalidad que sobrevivió más de dos siglos a san Fructuoso en los viejos
monasterios y que pasó a ser documento escrito en las fundaciones monacales de los siglos VIII, IX y X, en Galicia, y en las tierras castellanas posteriormente. En el noroeste peninsular se conocen 17 pactos, de los cuales 12 se sitúan entre los años 898 y 959.
En Galicia, a partir del último tercio del siglo IX, había monasterios de propiedad eclesiástica y monasterios de propiedad local o patrimonial, éstos últimos eran fundados por familias poderosas (reales, feudales, etc.) cediendo el usufructo a monjes o monjas. Dentro de ellos había los dúplices, con dos comunidades, monjes y monjas. Fueron prohibidos por bula de Pascual II en 1103. Los monasterios fundados por nobles fueron la base de algunos de los más importantes: Sobrado, Lorenzana, Xubia, Cambre, Carboeiro, etc.
En los siglos IX y X, había en Galicia monasterios que seguían la norma pactual de san
Fructuoso y otros, en el siglo XI, que comenzaron a seguir la Regla de san Benito.

En el primer tomo se hace una revisión crítica de las cuestiones básicas del monacato altomedieval, que discrepa bastante de lo afirmado hasta ahora en los tratados y estudios monásticos.
El capítulo primero estudia las Reglas del monacato visigodo.
El eremitismo gallego es el objeto del segundo capítulo, en el que se analizan la documentación y los enclaves tenidos por eremíticos.
En el capítulo tercero se enjuician los planteamientos que ven el monacato visigodo dividido en dos corrientes monásticas, una heterodoxa y otra ortodoxa.

El segundo tomo
recoge la existencia de unos quinientos monasterios de la Galicia altomedieval; de cada monasterio se hace constar el nombre, su santo titular, ubicación, fuentes documentales e información bibliográfica.
Siguen nueve Apéndices, entre los que destacan los dedicados a la Canónica compostelana, al Testamento del Conde Osorio Gutiérrez, a los dos primeros documentos de Oseira, y a la "Ribera Sagrada".

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Editorial: Fundación Barrie 1998
Idioma: Castellano
HISTORIA
MONASTERIOS DE GALICIA