n este libro, a lo largo de medio centenar de soleares más una, la que incluye el prólogo, Vicente Araguas despliega su concepto epigramático sobre una infinidad de sentimientos. El de soledad, y no podía ser de otra manera, el primero. Pero un sentimiento de orfandad que, evitando el pleonasmo, no viaja solo, sino acompañado de un humor intransferible, que se hace ironía (elegante por definición) para no incurrir en el sarcasmo. No solo eso, en este conjunto de estrofas mínimas, tres versos octosilábicos, con rima consonante en los impares, dejando que el par vaya por libre, hay también reflexión metaliteraria (Pessoa, aquel gran solitario, sombra de sombras), erotismo, amor correspondido o correspondiente y toda una variación de bebidas largas (en vaso corto, eso sí, valga el oxímoron). Que tanto que vale en un libro contradictorio, de soledades acompañadas, de retruécanos, de cobras que cobran y se recobran. Un libro de soleares que es una fiesta. Y ahí es donde Vicente Araguas, poeta del Norte que mira hacia el Sur (pero sin perder jamás el Norte), se explaya y expande. Festero como es la soleá, en un libro que no deja de ser una invitación al juego. Juego de espejos, sin duda, pero juego for sake of art, que así es –o debiera ser– la vida.
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Editorial: PIGMALION
Idioma: Castellano