iempre ha habido quien ha necesitado encontrar para buscar.
Lo intuyó, sin aceptarlo, el periodista Marcos Albaredo cuando en 1906 se convierte en la única persona decidida a desentrañar el robo de la cruz griega de Alfonso III el Magno, una pieza de oro y gemas de la catedral de Santiago de Compostela. La hermosísima joya era la más antigua ofrenda conocida al apóstol Santiago el Mayor, cuyos restos, según una ancestral tradición, allí se conservan. Por ignoradas razones, esta cruz era venerada por los peregrinos europeos que visitaban al apóstol, al que, por estar enterrado en el extremo occidental del continente, consideraban «el apóstol del fin del mundo» y, por ello, el guiador de las almas al Más Allá.
La desaparición de la cruz se agravará cuando en 1921 arda el gran retablo donde se mostraba. Otro extraño hecho histórico no resuelto.
Cien años después del robo todo resurgirá con insospechadas consecuencias. La clave estará en el viaje metafórico y real al finis terrae más mitificado por los europeos.
Un viaje tan singular que hace que hoy estén señalizados en Europa 82.000 km como rutas jacobeas. Es una labor de las asociaciones de Amigos del Camino de Santiago, entidades solidarias y aconfesionales dedicadas a la ayuda a nuevos peregrinos. Entroncan con las fraternidades de Santiago extendidas por el continente entre los siglos XI y XVIII. Las formaban peregrinos y peregrinas dedicados a preservar con un sentido cuasimístico el Camino y sus viajeros.
El viaje al fin del mundo. Los buscadores nace, de la mano de Manuel F. Rodríguez, de ese espíritu nunca enterrado.
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Editorial: Evohe 11-2024
Idioma: Castellano
Páxinas: 447
Col: FICCIÓN HISTÓTICA