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GALICIA MADRE Y SEÑORA.

€15,00
ISBN WP1349
Galicia vive un tiempo de mudanza. Del país ya no salen emigrantes a la busca del vellocino de oro. Las viejas casas de granito o de mampostería son hoy más confortables, aunque no siempre impere el buen gusto en el diseño de los edificios. La muerte —siguiendo patrones urbanos— es un tema secuestrado; la cultura popular está en vías de extinción.

Galicia está a vivir un tempo de mudanzas. Do país xa non saen emigrantes á busca do vélaro de ouro. As vellas casas de granito e de cachote son hoxe máis confortables, aínda que ás veces o bo gusto non impere no deseño dos edificios. A morte —seguindo patróns urbanos— é un tema secuestrado; a cultura popular esmorece. Na literatura asistimos a un auténtico rexurdimento. O número de museos medra e os balnearios volven ser as nosas peculiares Termas de Caracalla. Os mariñeiros cambiaron a dorna con vela de nenúfar polos grandes barcos do frío. A vitalidade do Camiño de Santiago resulta evidente. A nosa comunidade é máis industrial e turística que antano. Galicia —coma nos cadros de Lugrís— é un territorio para soñar. E os galegos —sen renunciar os nosos mellores sinais de identidade— aínda temos folgos para imaxinarmos un país feito á medida do home, solidario, ledo. Galicia vive un tiempo de mudanza. Del país ya no salen emigrantes a la busca del vellocino de oro. Las viejas casas de granito o de mampostería son hoy más confortables, aunque no siempre impere el buen gusto en el diseño de los edificios. La muerte —siguiendo patrones urbanos— es un tema secuestrado; la cultura popular está en vías de extinción. En literatura asistimos a un verdadero renacimiento. El número de museos crece y los balnearios vuelven a ser nuestras peculiares Termas de Caracalla. Los marineros cambiaron la dorna con vela de nenúfar por los grandes barcos del frío. La vitalidad del Camino de Santiago resulta evidente. Nuestra comunidad es más industrial y turística que antaño. Galicia —como en los cuadros de Lugrís— es un territorio para soñar. Y los gallegos —sin renunciar a nuestras mejores señas de identidad— aún tenemos aliento para imaginar un país hecho a la medida del hombre, solidario, alegre. Times are changing in Galicia. Emigrants no longer venture forth in search of the golden fleece. The old houses of granite or masonry are more comfortable today but good taste has not always prevailed in the design of the buildings. Death —along urban lines— is now hidden away; popular culture is dwindling. In literature we are witnessing a veritable renaissance. The number of museums is soaring and the spas are once more our own particular Baths of Caracalla. The mariners have swapped the lily-sailed dorna for the great ocean-going reefers. The Pilgrimage Route of Santiago goes from strength to strength. Our region is more industrial and tourist than before. Galicia —as in Lugrís’s paintings— is a land for dreaming. And we Galicians —without renouncing our hallmarks— have still got the stamina to imagine a country made to the measure of man, upbeat, full of fellow feeling.

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