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CINES DE GALICIA

Agotado
€19,00
ISBN WP3320
Cines de Galicia muestra la evolución de las arquitecturas destinadas para las exhibiciones cinematográficas desde los comienzos del nuevo espectáculo en 1896 hasta la actualidad

Cines de Galicia condensa la historia de los vacilantes comienzos, el brillante esplendor y la acelerada decadencia y desaparición de estas arquitecturas para los sueños del celuloide en Galicia. Desde que los hermanos Lumière comenzaron a accionar, allá por el año 1895, el primer aparato cinematográfico, las primeras exhibiciones de películas  se realizaron tomando en préstamo locales ya existentes, como los teatros y circos que en Galicia se dedicaban a los espectáculos más populares. Durante los primeros años del siglo XX se fue desarrollando una arquitectura específica para el cine, en paralelo a las nuevas condiciones de exhibición, por la madurez narrativa de las películas, y sobre todo a la evolución en las fórmulas de producción y distribución con alquiler y rotación de los films. El año 1908 marcó, para toda Europa, una fecha decisiva hacia la consolidación de las primeras salas cinematográficas estables, que en Galicia se corresponde precisamente con el inicio de la andadura del emblemático Salón París de A Coruña (1908-1999). Durante las décadas de los años diez y veinte los recintos para el cinematógrafo fueron extendiendo su presencia por las principales ciudades, a la vez que se elaboraban unos primeros códigos arquitectónicos para convertir las salas en un reclamo y un rostro reconocible para el público. En Galicia fue todavía el período de lospabellones modernistas, como el Pabellón Lino de A Coruña (1905-1913), el New England de Ferrol (1906-1914), o el Ideal Cinema de Vigo (1914-1930), que convivieron con los llamados Salones de Variedades –Salón Varietés (1910) de Vilagarcía, Imperial Palais (1914) de Tui-, y ya los primeros cines –Royalty (1916) y Odeón (1917) de Vigo-, y los más suntuosos teatros-cine –Linares Rivas (1920) de A Coruña, Royalty (1921) de Santiago, Noela (1923) de Noia, Losada (1928) de Ourense.   La nueva presencia y protagonismo urbanos todavía se intensificó a partir de la expansión del cine sonoro, que en Galicia vino a coincidir con los cines construidos durante los años treinta, incorporando además las nuevas formas de la arquitectura déco y racionalista –Savoy (1931) de A Coruña, Coliseum (1932) de Pontevedra, Fantasio (1933) de Vilagarcía, Callao (1935) de Ferrol, Capitol (1935) de Santiago. A los arquitectos que habían diseñado los pabellones y salas modernistas, como Pedro Mariño, Antonio López Hernández, Ricardo Boán, Jenaro de la Fuente o Daniel Vázquez-Gulías, se unieron los entonces jóvenes profesionales que siguieron trabando la relación entre cine y modernidad, como Rafael González Villar, Antonio Tenreiro, Peregrín Estellés, Alfredo Vila, Francisco Castro o Pedro Alonso. A partir de la Guerra Civil, que retrasó muchos proyectos, la arquitectura de los cines construidos en la posguerra se caracterizó por la convivencia entre las derivaciones de aquellas soluciones modernas del déco y el racionalismo, todavía producidas por los mismos arquitectos ya citados –Gran Teatro (1940) de Lugo, Avenida (1941) de A Coruña, Gran Cine Ortigueira (1941)-, con la opción clasicista y académica más conservadora y dominante –Victoria de Silleda (1945), Capitol (1945) de Melide, Lemos (1947) de Monforte. Algunos proyectos orientados hacia la recuperación de elementos de arquitectura vernácula y regionalista, como los cines diseñados por Luis Gutiérrez Soto o Manuel Gómez Román –Fraga (1948) de Vigo, Prado (1950) de Moaña-, constituyen una llamativa excepción, al igual que las aperturas hacia soluciones más abstractas y de volúmenes limpios acomodados a los más estrictos requisitos funcionales introducidas desde los años cincuenta –Radio (1949) de Vilarmaior, Fontao (1959) de Vila de Cruces, Lalín (1960), Roxy (1962) de Vigo. Fue durante esta misma etapa cuando los cines construidos en Galicia alcanzaron su máxima implantación territorial, extendiéndose desde los centros urbanos a las barriadas periféricas, desde las villas costeras a los pueblos del interior, hasta tocar techo entre los años 1945 a 1949, cuando el ritmo de inauguración de salas -24 aperturas en 1945, 21 en 1946, 22 en 1947, 30 en 1948, 20 en 1949- expresa elocuentemente las enormes posibilidades de negocio para un espectáculo que no conocía rival. De hecho, del total de 848 cines documentados en Galicia, más de la mitad, 448, fueron construidos entre los años 40 a 60, hasta el comienzo de la crisis en 1965.   Esta dominante presencia de las salas de cine comenzó a declinar a partir de 1965, primero por la competencia de la televisión y el video, y finalmente por los más recientes cambios en el disfrute del ocio y las nuevas estrategias de exhibición. Así, loscomplejos multisalas que sustituyeron a aquellos primerosminicines de los años ochenta han terminado por provocar la extinción casi total de las salas urbanas, implacablemente engullidas por la especulación. Si bien es cierto que los modernos centros comerciales han asimilado el cine y asegurado su supervivencia, ha sido a costa de volver a las sencillas e impersonales cajas espaciales de sus orígenes, perdiendo muchos de los componentes del tradicional ritual de “ir al cine”. Todas estas arquitecturas, que en su momento se situaron entre las más vanguardistas y modernas de nuestras ciudades, se recopilan en un inventario final con los datos básicos de 848 cines que existieron en Galicia. Más allá de los fríos datos, el libro pone de relieve la combinación de aceptación popular, deseos de protagonismo social de los promotores y anhelos de modernidad de los arquitectos que confluyeron en estas arquitecturas para el espectáculo cinematográfico. Con este libro se hace una aportación decisiva para cubrir un gran vacío en lo que al conocimiento de nuestro patrimonio construido se refiere, puesto que, dentro de la arquitectura del siglo XX, el de los cines ha sido uno de los capítulos más lentamente reconocidos, y por ello menos valorado y protegido. Como tantas veces ha ocurrido con la conservación de los bienes culturales, la tardía apreciación de este patrimonio sólo dio sus primeros pasos cuando ya era inevitable su decadencia,  con los irremediables daños y pérdidas ocurridas en las últimas décadas. De hecho, entre los cines en funcionamiento hoy en día, sólo se mantienen en uso, al margen de los dominantes complejos multisalas de los Centros Comerciales, un puñado de últimos cines independientes como los Cines Valle Inclán de Santiago, Avenida de Caldas, Dúplex de Ferrol, Norte de Vigo, Multicines Hollywood de Monforte, Gesma de Xinzo de Limia, Multicines A Mariña de Viveiro, Minicines Central de A Estrada, o el singular Novo Cine de Leiro, instalado en el bajo de la casa de su entusiasta propietario.

 


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